La pequeña guerra de Margot Capítulo 6
La pequeña guerra de Margot
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Miguel Angel Marchan Huaman
Capítulo 6
Margot estaba más palida que un fantasma y su cara se había puesto en modo “Terror extremo”. Zazz comenzó a reírse a carcajadas.
—¿Niño o niña? ¿Qué más da? Yo solo lo quiero frito y con mucha mostaza.
Zazz se hubiera reído más del infortunio de Margot si no fuera porque ella no se lo tomó muy bien. Le dio una mordida en la pata de cabra. Zazz retrocedió adolorido. Se dio cuenta de que le faltaba un pedazo. Margot se puso de pie y escupió dicho pedazo.
Margot agarró el cuello de su invitado y lo levantó con suma facilidad. Presionaba su garganta con sus dedos metálicos. Zazz trataba de liberarse, pero el agarre de Margot era demasiado poderoso.
—Suéltame por favor.
—¿Qué fue lo que me hiciste? — Margot gritó tan fuerte que lastimó los oídos de Zazz.
Zazz se dio cuenta que había cometido un gravísimo error.
—Es una broma. Es una broma — dijo Zazz con un temblor nada sutil en su voz.
—¿Qué?
—Estaba bromeando. Mira.
Zazz le mostró los dedos de su mano derecha. Todos ellos comenzaron a brillar. Apuntó a Margot con su dedo y de la punta salió un arcoíris.
—Puedo hacer ese truco con los dedos y pensé: «El de arriba hizo más o menos lo mismo. ¿Por qué no?»
—¿Eso quiere decir que no estoy embarazada?
—No, si pudiera hacer bebés tan fácilmente no se los estaría pidiendo a una loca como tú.
—¿Entonces solo estabas bromeando? ¿Solo era un juego?
—Si, pensé que…
Zazz no pudo completar su excusa porque Margot lo volvió a agarrar del cuello.
—Vuelve a hacer ese chiste otra vez y te juro que te mato. ¿Me has entendido?
—Eres muy buena argumentando — dijo Zazz mientras trataba de respirar —. No volveré a hacer ese tipo de bromas. No a mujeres que se ofenden demasiado rápido.
Margot soltó a Zazz y este cayó de trasero al suelo. Se levantó y se acomodó el cabello. Sus ojos no dejaban de cambiar de color. Si Margot se hubiera acercado más hubiera visto a una criatura parecida a un dragón nadando en sus globos oculares.
—¡Lárgate de mi casa! — exclamó Margot señalando la puerta.
Zazz suspiró.
—Bien. Me iré. Pero me llevaré el casco conmigo. Sin bebé no hay diversión.
Zazz tomó el casco y se dirigió a la puerta. Se detuvo cuando sintió un pinchazo en la espalda. Era Margot. La guerrera presionó un poco más la espada en su espalda. Un poco de sangre manchó su traje.
—Deja el casco antes de irte — le ordenó.
Zazz sonrió como un perro salvaje, con colmillos y todo.
—¿Quieres el casco? Te daré el maldito casco.
Zazz saltó y dio una voltereta por encima de la cabeza de Margot. Le puso el casco en la cabeza y presionó el botón rojo.
Margot fue transportada a una pradera árida, con solo algunas hierbas marchitas en el suelo endurecido. Margot sacó su espada.
Un tentáculo le quitó la espada a la guerrera. El animal andaba erguido y tenía una risa muy particular.
—Zazz — masculló Margot.
Zazz se acercó a Margot sin dejar de reírse y cambiar. Estaba desnudo. Sus piernas se hicieron más altas y se llenaron de pelos; todo su cuerpo creció hasta la altura de dos metros y medio; su columna vertebral y sus costillas abandonaron el interior de su cuerpo para convertirse en un exoesqueleto; su cabello creció hasta rodear su cuello y su rostro se deformó, en especial su boca que creció para darle cabida a una larga lengua retráctil que tenía una pequeña boca hecha únicamente de dientes.
—¿Te gusta mi nuevo aspecto, Margot? — preguntó Zazz.
—Lo odio. Antes te veías mejor.
Las carcajadas de Zazz se escucharon en todos los rincones de la pradera moribunda. Margot estaba tan distraída por las risas que no vio la mano de Zazz dirigiéndose directamente a ella. El golpe la mandó volando hasta golpearse contra un árbol.
Las ramas se destruyeron con su armadura. Zazz se acercó a ella.
—Si hay algo que amo más que los bebés es el fluido espinal y tú eres una mujer fuerte. Estoy seguro que tienes mucho — dijo Zazz mientras movía su lengua de un lado hacia otro.
Su voz carecía de encanto. Era la voz de un monstruo.
Margot no se mostró impresionada por las palabras de Zazz, mucho menos asustada. Nada de Zazz le causaba miedo. Cómo mínimo, lastima, como máximo desagrado.
Margot solo levantó la mano y disparó.
Una flecha le clavó en el ojo derecho.
Otra flecha le clavó en el ojo izquierdo cegando al monstruo.
Margot tenía una caja de madera llena de flechas encima de su mano y un pequeño gatillo en su palma, cerca de sus dedos.
—He luchado contra varios enemigos, cada uno más fuerte que el anterior. He muerto muchas veces. ¿Tú crees que soy tan estúpida como para no mejorar mi armadura?
Margot le quería hacer otra pregunta, pero prefirió que sus acciones hablaran por ella.
«¿Tú crees que solo traería una espada conmigo?»
Margot sacó otra espada que estaba en su espalda. Corrió hasta el árbol más cercano, lo trepó con los pies y saltó por encima de la cabeza del monstruo.
Le cortó la cabeza.
Margot había ganado.
Margot seguía en la pradera.
«¿Qué está pasando?», se preguntó.
Las risas continuaron. Venían del cielo.
—Veo que me ganaste. ¿Qué te parece si hacemos las cosas más difíciles?
Zazz apuñaló a Margot en el estómago con un cuchillo pequeño. La Margot del casco no hizo ningún ruido; la Margot de la pradera sintió como su estómago se abría. Había ganado. ¿Por qué no regresaba?
Las nubes grises se hicieron a un lado para revelar un tablero con palabras inquietantes.
Margot sintió nauseas.
Zazz pasó el dedo en el casco. Varios tableros y botones aparecieron detrás del confiable botón rojo.
NIVEL DE DIFICULTAD: MUY DIFICIL
NÚMERO DE MUERTES: UN MILLÓN.
Zazz presionó el botón rojo.
—¡No! — gritó Margot antes de ser transportada a un escenario desconocido.
Zazz empujó a Margot y la obligó a sentarse en el sofá.
—Diviértete.
Zazz se sentó frente a ella y se deleitó al verla convulsionar.
Los números del casco no dejaban de aumentar:
Uno, dos, tres, cuatro…