La pequeña guerra de Margot Capítulo 2
La pequeña guerra de Margot
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Miguel Angel Marchan Huaman
Capítulo 2
Margot tiene 43 años, de los cuales 25 estuvieron dedicados al ejército. Durante ese tiempo participó en tres guerras. George Starland, rey de Starland, solía declarar guerras con la misma facilidad con la que le echaba mermelada al pan. Era una persona irritable y codiciosa. Si había un territorio con recursos naturales lo quería y se enfadaba si no lo conseguía.
Y si se enfadaba enviaba a 10,000 soldados a ocuparlo y aniquilar a cualquiera que se opusiera al león de tres cabezas.
Las islas de Flikardia eran ricas en madera, frutas, especias y oro. El problema era que no estaban ocupadas por el reino de Starland, sino por el reino de Azzal. Eso no frenó al rey George y mando a invadir las preciadas islas.
Apenas pusieron la bandera con el león de tres cabezas inició la guerra de Flikardia.
Durante los cinco años que duró la guerra, Margot estuvo involucrada en un número generoso de batallas y ocupaciones.
No podía ser más feliz. Ella fue la mejor en la academia militar. Era una experta en el fino arte de la matanza. Sin embargo, no era lo mismo luchar contra una de sus compañeras que luchar contra un enemigo. Este último no se contenía.
Y Margot tampoco. Su espada era tan poderosa que atravesaba armaduras como si fuera mantequilla.
La última misión en la que participó se llamaba “Operación Noche sin estrellas”. Ella y un escuadrón de diez soldados debía emboscar un campamento enemigo y apoderarse de ese sitio estratégico.
Desaparecieron sin dejar rastro. Cuando unos soldados de Starland llegaron al campamento enemigo solo encontraron las cabezas de los soldados de Azzal clavadas en sus propias espadas.
Seis meses después, dos soldados de Starland se acercaron al bosque, a unos quinientos metros al norte de dónde Margot y su equipo desaparecieron.
—No deberíamos ir por aquí. Estamos muy lejos del camino.
—¿Quieres esas moras o no?
—Si, pero… ¿Eso es humo? — preguntó uno de ellos señalando al norte.
Los soldados siguieron el humo hasta llegar a un lugar, cuyo aspecto se quedará viviendo con ellos por el resto de sus vidas. Lo primero que vieron fueron unos cráneos de ciervo amarrados a unos palos que formaban la entrada.
¿La entrada a qué?
A un refugio hecho con las armaduras negras de los soldados del ejército de Azzal. El refugio estaba adornado con varios huesos blancos y pulidos. Ambos soldados sacaron sus espadas y se dirigieron a la puerta.
Al lado de la puerta había una cuerda que daba a una campana hecha con una pieza de la armadura y varios huesos diminutos.
—Qué mierda…
Uno de los soldados tocó la campana y la puerta se abrió de inmediato. Los soldados gritaron y la persona detrás de la puerta, también. La mujer usaba una máscara hecha de piel (una mitad era oscura y la otra, blanca); unos guantes hechos de piel; un delantal que decía “Hogar dulce hogar” hecho de piel.
Margot se quitó la máscara y con una expresión de reproche les dijo:
—¿Por qué tardaron tanto?
—No hemos venido por usted, Capitana Margot. Vinimos a investigar la desaparición de una aldea Azzal.
—Creo que tenemos la respuesta frente a frente.
—El enemigo está cerca. Pero…
Margot no pudo continuar. Uno de los soldados le dio una bofetada.
—Idiota.
Margot les contó que su equipo fue emboscado y asesinado. La tomaron prisionera. Pudo escapar con la ayuda de un dedo que le arrancó al cadáver de su mejor amigo. Con el hueso irregular de ese dedo apuñaló en la yugular a uno de los guardias y le quitó las llaves.
Margot fue la única sobreviviente. Los mató a todos (treinta soldados) en lo que ella llamó: “La segunda noche más feliz de su vida”.
—Ese tiempo como prisionera no le hizo bien a mi cabeza, así que me tomé un año sabático — estiró los músculos y sacó su espada —. Ahora estoy lista para volver. ¿Qué territorio tenemos que ocupar? ¿Contra quién tenemos que luchar?
—Contra nadie. La guerra acabó.
—¡¿Qué?! — exclamó Margot con los ojos bañados en lágrimas.
Ninguno de los dos se esperaba esa reacción.
—El rey George dijo que la guerra jamás terminará. Qué no se detendrá hasta poseer estás islas y que está dispuesto a llenar un castillo solo con cráneos Azzal con tal de conseguirlo.
—Esa es la cuestión. El rey George está muerto.
Si los soldados le hubieran dicho que su padre murió hubieran causado la misma reacción en Margot. Total desolación.
El rey George murió envenenado. Había escuchado que el veneno de una serpiente amarilla con rayas rojas era un potente afrodisíaco. Decidió probar. Se equivocó y usó a una serpiente roja con rayas amarillas.
Orinó sangre hasta morir desangrado.
Su hijo, el príncipe Jonathan, tomó el trono y lo primero que hizo fue hablar con el rey de Azzal para discutir un acuerdo de paz.
Llegaron a un acuerdo que los benefició a ambos. Compartirán las islas de Flikardia y Azzal tendrá acceso a los territorios conquistados por Starland.
La guerra terminó.
Starland y Azzal se volvieron aliados en una tarde.
—Cobarde — susurró Margot.
—¿Vienes con nosotros? Te llevaremos a casa.
—Claro — entró al refugio y salió con un suéter hecho con piel humana. La cara de un soldado estaba pegada en el centro —. Lo hice para el rey George. Como está muerto se lo daré al rey Jonathan. ¿Ustedes creen que le guste?
—Probablemente no, pero muero por ver su reacción.
El regreso a la ciudad de Starland fue agridulce para Margot. El rey Jonathan encontraba desagradable a Margot. Ella era una prueba viviente de lo cruel que fue el reinado del rey George.
El rey George era agua pasada, los servicios de Margot ya no eran requeridos. Jonathan se iba a asegurar de que no hayan más guerras en Starland. Había un insaciable deseo de conflicto y matanza en los ojos de Margot.
Un vacío causado por la paz.
Jonathan optó llenar ese vacío con dinero. Le dio una compensación de por vida por sus servicios a la corona, eliminando cualquier problema económico.
Al haber acabado la guerra, Margot optó por dedicar todo su tiempo a su familia. A su esposo Stuart y a su hija Emily.
Su esposo tenía otros planes. Aprovechó la desaparición de Margot para casarse con otra mujer y llevarse a Emily.
Margot encontró una casa vacía, saqueada (a Stuart se le olvidó cerrar la puerta) y con una nota que decía: “Hemos terminado y me llevo lejos a Emily”.
—Stuart siempre fue tan conciso y directo — dijo Margot, sentada en el suelo, después de haber leído la nota diez veces —. En las notas, en los quehaceres, en el trabajo y en los orgasmos.
Margot se quedó sin nada en que ocupar su mente. Sin ningún propósito en la vida.
Eso fue hace tres años.
Hola! Me gusta leer sobre este personaje tan particular y me gusta la historia, también los toque de humor están muy bien. Siento que la historia da para más desarrollo, que los hechos se suceden muy rápido, un poco como si fuese el resumen de una historia.
Saludos!