La pequeña guerra de Margot Capítulo 4
La pequeña guerra de Margot
©2025, La pequeña guerra de Margot. Todos los derechos reservados.
Miguel Angel Marchan Huaman
Capítulo 4
El hombre rubio era uno de los hombres más guapos que Margot había visto en toda su vida. Su cabello era más dorado que rubio; su piel era blanca y celestial; y sus ojos, azules como gemas. Margot se sentía como una mujer de sesenta años ante la presencia de un muchacho tan joven y guapo.
Vestía un traje blanco sin arrugas; unas zapatillas tan bien lustradas que Margot podría usarlas como espejos sin problemas (lo hizo y se dio cuenta que su salud dental era deplorable). Su sombrero era largo y hacia un mal trabajo en cubrir sus rizos dorados.
—¿Quién eres tú? — preguntó Margot sin soltar la daga.
El hombre rubio pasó de largo como si la daga fuera falsa. Revisó la sala de Margot sintiéndose poco impresionado. Comprensible. El hombre rubio vivía en un palacio que cagaría una casita como la de Margot. Hizo a un lado todos los abrigos y se sentó. Con su pie arrastró una banca y la pateó en dirección a Margot. Le ordenó que hiciera lo mismo.
—Quien soy no es importante, Margot — el hombre rubio sonrió. Sus dientes eran blancos y aperlados. No parecían humanos —. Veo que estás tensa. Me presentaré. Mi nombre es Zazz. Mucho gusto.
—¿ Cómo sabes mi nombre, Zazz?
—Eso tampoco es importante. Lo que importa es lo que sé acerca de ti. Sé que extrañas la guerra y la emoción del combate.
Zazz volvió a golpear la banca. Margot se sentó. En cualquier otra ocasión, con un hombre más feo, hace mucho que lo hubiera echado de su casa. Pero no. No esta vez. Quería escuchar lo que tenía que decir.
—¿Cómo sabes eso? — preguntó Margot con suspicacia.
—Puedo solucionarlo — Zazz esquivó la pregunta. Miró a los ojos a Margot. Su mirada era hipnótica. Inquietante. Aterradora -. Puedo resolver todos tus problemas.
Sus ojos no eran lo único inquietante. El aliento de Zazz olía a pastel de fresas, el postre favorito de Margot. El solo olerlo le causó un antojo.
—¿Te gusta la magia?
—No realmente.
Zazz tomó uno de los muchos abrigos de Margot y metió la mano en su bolsillo derecho. Apenas lo hizo, el bolsillo se hizo más grande. Tan grande que podría caber su brazo. Del bolsillo sacó un casco muy extraño.
Margot revisó el bolsillo. Volvió a su tamaño original, pero eso no quería decir que estuviera vacío. Un murciélago salió de él. Atacó a Margot antes de salir por la ventana.
—¡Qué mierda!
—Deja de jugar y préstame atención.
Margot vio el casco y lo primero que pensó fue: «Sería inútil en el campo de batalla».
El casco era verde y de un material que Margot jamás había visto en su vida. No era metal ni mármol. Mucho menos de madera. Tenía una antena en la punta de la cabeza junto con un botón rojo. Y un par de alas de ángel en los costados. El visor era negro y tenía varias luces de colores moviéndose como si tuvieran vida e independencia.
—¿Qué es esta cosa?
—Si te lo respondiera no lo entenderías. Viene de una tierra muy lejana — se rio con malicia —. De una época muy extraña. Nuevamente estás haciendo las preguntas incorrectas. No importa lo que es. Importa lo que hará por ti. Déjame hacerte una demostración.
Zazz le puso el casco.
—Prepárate para un gran viaje.
—¿Qué? — preguntó una confundida Margot.
Zazz presionó el botón rojo.
La sala de Margot desapareció por completo, al igual que su invitado. Margot se vio rodeada de varias luces de colores. Era como entrar al interior de un arcoíris.
El final del túnel la llevó a una tierra familiar. El pueblo, o mejor dicho “ex pueblo” de Baldabur. Una tierra baldía adornada con cadáveres. De su gente y de los bárbaros que decidieron invadir Starland. Limpiaron todo el pueblo.
Margot escuchó un rugido animal. Un hombre musculoso que cargaba una doble hacha se dirigía a toda velocidad hacia ella. Margot aún conservaba su daga. Era todo lo que necesitaba.
Una vez mató a alguien con un tenedor.
Margot no tuvo la oportunidad de defenderse. El hacha se clavó en su estómago. La guerrera trató de retroceder. Esto solo hizo que el hacha entrara más en su carne. El bárbaro presionó más con su pie y cuando la retiró dejo la puerta abierta para que sus entrañas salieran.
Margot estaba agonizando. Lo último que pudo sentir antes de morir fue el aliento fétido de su verdugo: bacterias, vino y carne cruda.
Margot se convirtió en un cadáver más.
Todo se volvió negro.
Unas letras rojas abarcaron toda su visión: GAME OVER.
Zazz le quitó el casco. El rostro de Margot brillaba por el sudor; Respiraba agitadamente. Se revisó el estómago. Sus tripas estaban donde deberían estar: dentro de su cuerpo. La daga estaba en el suelo.
—¿Qué te pareció? Por favor dame tu más sincera opinión.
—Lo sentí. Lo sentí todo — Margot se esforzaba por recuperar el aliento —. Sentí como el hacha entraba en mi cuerpo; como mis órganos se esforzaban por mantenerse dentro de mí. Era una batalla perdida. Luego todo se volvió negro y ahora estoy aquí. Viva.
Una sonrisa cansada se formó en los labios de Margot.
—Déjame intentarlo otra vez. No, espera, espera. Mejor espera a que me ponga la armadura. Le voy a dar su merecido.
Margot trataba de quitarle el casco, pero Zazz lo mantenía alejado de su alcance. Puso su mano en la cara de Margot. Por unos segundos su mano se convirtió en la pata de un animal. Un animal con garras muy negras.
—Tranquila mujer. Esa era solo una prueba. No soy la puta caridad. No he venido a regalarte este preciado artefacto.
—¿Cuánto quieres? Si hay algo que me sobra es el dinero. Solo dame una cifra y te la daré.
Zazz negó con la cabeza.
—No quiero dinero. Ya tengo muchas riquezas de dónde vengo. Quiero algo que sea más difícil de conseguir — una mueca malvada apareció en su cara —. Quiero un bebé muerto.
—¿Un bebé muerto? — Margot hizo una pedorreta exagerada —. Eso es casi tan común como el dinero. En está maldita ciudad mueren cinco bebés al día.
—No me refiero a eso. Lo que quiero decir es que quiero que me entregues un bebé muerto.
—Entiendo — dijo Margot sin mucha inflexión en su voz . Después de ver todo lo que vio en la guerra nada le sorprendía —. ¿Eso quiere decir que tienes suficiente dinero, pero no tienes suficientes bebés muertos?
Zazz se dio una buena palmada en la cara.
—Solo consígueme un maldito bebé muerto y te entregaré el casco. ¿Me has entendido?
Dicho esto, Zazz desapareció solo para volver a aparecer unos segundos después. Le entregó a Margot una hoja de papel.
—Cuando lo consigas sigue estás instrucciones y yo vendré.
Volvió a desaparecer.
Margot se quedó sola. Se puso uno de los incontables suéteres que había tejido y salió de la casa.
Un bebé muerto. Un bebé muerto. Un bebé muerto.