La pequeña guerra de Margot Capítulo 5
La pequeña guerra de Margot
©2025, La pequeña guerra de Margot. Todos los derechos reservados.
Miguel Angel Marchan Huaman
Capítulo 5
Hace quince años, el pueblo de Baldabur fue erradicado por unos bárbaros. El rey George mandó a todos sus soldados disponibles para acabar con ellos, entre ellos a Margot. Fue una batalla tan larga que duró veintitrés horas.
Margot fue la responsable de la muerte del último bárbaro.
Murieron 360 personas. 300 habitantes de Baldabur, 25 bárbaros y 35 soldados de Starland. Esos bárbaros fueron un hueso duro de roer.
El rey George decidió conmemorar a las víctimas convirtiendo al pueblo de Baldabur en el cementerio más grande de toda Starland. Todos los habitantes recibieron una respetuosa sepultura y los bárbaros fueron quemados en una gran hoguera.
Margot se dirigió hacia ahí. Lo único que quedaba del pueblo de Baldabur era el letrero, al cual le añadieron la palabra “Cementerio”:
“BIENVENIDOS AL CEMENTERIO DE BALDABUR”.
Todas las casas y negocios fueron demolidos. Tumbas, tumbas, tumbas y muchos mausoleos eran lo único que se podía ver desde hace varios kilómetros.
Margot presionó la pala.
Su plan inicial no era ir al cementerio de Baldabur. ¿Para qué? ¿Para qué recorrer 30 kilómetros a las afueras de la ciudad por un bebe muerto cuando hay muchos en la puerta de su casa?
Starland no tenía el mejor sistema de salud. Cinco de cada diez embarazos terminaban mal debido a las precarias condiciones de los hospitales. Solo tenía que revisar en los basureros.
Y lo hizo.
Una Margot envuelta en cáscaras de frutas y huevos se sentía victoriosa. En sus manos había una manta que contenía a un bebé muerto.
—Y no me costó nada.
El bebé se partió el dos y, como si la criatura grisácea estuviera embarazada, cayeron varias ratas. Margot pateó a una frustrada. Estalló contra la pared.
—Plan B — dijo con un suspiro.
La vigilancia en el cementerio de Baldabur no era muy fuerte. Dos vigilantes cuidando la puerta y diez más recorriendo las tumbas. Margot los incapacitó con suma facilidad. Varios despertarán con dolor de cabeza, pero nada grave.
Margot buscó entre las tumbas hasta encontrar uno cuyo nacimiento y muerte fueran el mismo año.
Joshua
Bingo.
“Que tu espíritu viaje al cielo”, decía su epitafio.
—Entonces no necesitará su cuerpo, ¿verdad?
Como nadie rebatió su lógica, Margot comenzó a cavar.
Llegó a casa con un costal en la espalda. Nadie preguntó. Los vecinos pensaban que Margot era una persona violenta y mentalmente inestable. Eso sin contar que era una favorita del antiguo rey. Lo mejor era alejarse.
No todos pensaron lo mismo.
Uno de los perros del vecino atacó el costal y comenzó a morderlo. Margot lo mató de un golpe en la cabeza. Entró a la casa con los dos cadáveres.
El perro le había arrancado las piernas a la criaturita. Margot las cosió con hilo y aguja.
Envolvió el cadáver con muchos suéteres que tejió y lo puso al lado del cadáver del perro.
La noche siguiente siguió las instrucciones. Hizo el ritual con un poco de sangre de cabra (que compró en el mercado); su propia sangre y velas rojas. Dibujó un pentagrama y citó las palabras de la hoja de papel. El pentagrama se convirtió en un portal. Margot introdujo el cuerpo del bebé y el cadáver del perro.
Ambos venían acompañados de muchas moscas.
El casco se elevó hasta llegar a sus manos. El portal se cerró dejando toda su sala a oscuras.
Margot no perdió su tiempo en probarlo.
Zazz quería estrangular a Margot. Saltaba como un mono a su alrededor. Era el único que estaba realmente enojado. Margot estaba más irritada que otra cosa. Quería que Zazz se largara para que ella pudiera seguir usando su preciado casco.
—Estúpida, perra miserable.
Margot puso su mano en el hombro de Zazz e hizo presión.
—He matado a hombres que median el doble de tu tamaño por la mitad de lo que me dijiste.
—Cuando te pedí un bebé muerto tenía que ser fresco, no profanado de una tumba. La carne estaba podrida, llena de gusanos y dejaste una aguja en la pierna. Casi me la trago. ¿Acaso querías matarme?
—Tú jamás especificaste que tenía que ser un cadáver fresco. Tú solo me dijiste que te trajera a un bebé muerto y eso fue lo que hice.
—Estaba implícito.
—No, no lo estaba — Margot levantó los hombros.
—Devuélveme el casco. Cuando me hayas traído un bebé muerto FRESCO te lo devolveré.
Zazz trató de quitarle el casco a Margot, ella solo se subió a una silla y estiró los brazos alejando por completo el casco de las manos de Zazz.
Por unos segundos…
Zazz le dio una patada a una de las patas de la silla, destruyéndola y haciendo que Margot caiga al suelo. Zazz se apoderó del casco y puso su pie en el pecho de Margot.
Margot se frotó los ojos. ¿Era cierto lo que estaba viendo? ¿Zazz tenía patas de cabra?
—No es tan difícil, muchacha. Solo tienes que encontrar a una mujer embarazada; traerla a este hermoso domicilio; extirparle el útero; matar a la mujer y entregarme lo que hay dentro. No tiene que ser un bebé desarrollado. Me gusta la carne con huesos blandos.
Margot negó con la cabeza y susurró:
—No.
—Hay otra solución — dijo Zazz con una sonrisa tierna. En cualquier otra situación, Margot encontraría esa sonrisa atractiva. No hoy.
—¿Cuál?
—Entrégame al bebé de tu vientre.
Margot lo miró confundida. «¿No querrá decir lo que creo que querrá decir?», se preguntó a sí misma.
—No es tan difícil, mira.
Zazz le enseñó uno de sus dedos. Este brilló como una vela. Lo acercó al vientre de Margot y este brilló por debajo de la armadura.
—Listo. Ahora estás embarazada.